Al cumplir su 21° Aniversario la Sociedad ‘’Galvarino’’, ha querido rendir un cálido y justo homenaje a los esforzados fundadores del primer Diario ‘’La Cultura’’. Auténticamente Araucano, por su clara visión de dar vida a un órgano de prensa, que servirá de puente espiritual en sus relaciones y en la orientación de los múltiples problemas que afectan a la raza araucana, para todos ellos, mis felicitaciones.
En mi breve reseña histórica, del origen de la fundación de la sociedad ‘’Galvarino’’, debo remontarme desde los tiempos en que, delegaciones araucanas de todo el país, acudían a la capital, en busca de amparo y justicia para sus innumerables problemas: así, por ejemplo, visitaban los Ministerios de Tierras y Colonización y el de Justicia, para exponer sus quejas, de continuos atropellos por parte de particulares que les usurpaban sus tierras, les incendiaban sus casas, e incluso, les robaban sus animales de trabajo y de paso, flagelaban a sus familiares con la complicidad de malos funcionarios encargados de velar por la tranquilidad de los aborígenes.
Por otra parte, ante la falta de una ley efectivamente proteccionista que contemplase la no pulverización de las comunidades por el constante aumento de la población indígena, hizo que nuestra juventud emigrara hacia la capital en busca de mejores horizontes, para poder subsistir e ir en ayuda de los suyos que dejaban en el sur. Una vez en la capital, donde carecían de amigos o parientes, estaban obligados a trabajar por cualquier sueldo, en diferentes actividades, especialmente se empleaban en las panaderías con mísero jornal, inferior a los $30 o $40 mensuales, y trabajaban de 12 a 14 horas diarias. Como es de suponer, este nuevo método de explotación que debió soportar nuestra juventud permitió que muchos fueran a aumentar el número de enfermos en los distintos hospitales, debido al debilitamiento, por la mala alimentación y el exceso de trabajo, a que se le sometía en estos establecimientos. Sin duda, esto permitió a nuestra juventud para que cada domingo, visitásemos a los enfermos, donde muchos estaban en plena mejoría y otros agonizantes. Era un cuadro impresionante el que se presentaba ante nuestra vista, por esta causa, pensamos contrarrestar estos abusos, por lo que consideramos de imperiosa necesidad el organizarnos, urgentemente en una Institución Mutual, que permitiese la ayuda de todos sus asociados y aun aquellos que aún no ingresaban a ella. De esta manera, dimos comienzo a la propaganda en octubre de 1931, para establecer una Sociedad en Santiago.
En noviembre del mismo año, conocimos a Segundo Nahuelhual, que regresaba de la República Argentina, al que, en conocimiento de nuestro movimiento de fundar una Sociedad de Socorros Mutuos, netamente mapuche, aceptó integrar el grupo, puesto que él ya había pertenecido a una Sociedad en el país hermano. A mediados de diciembre de 1931, efectuamos nuestra primera reunión, en el local facilitado por los Evangélicos de calle Argomedo, la asistencia fue de 26 asambleístas, faltando lo más entusiastas y postulantes a dirigentes. Ante este tropiezo y con el fin de no hacer fracasar la reunión, se acordó nombrar un presidente y tesorero accidental, recayendo la designación en Segundo Nahuelhual y José Huiriqueo, respectivamente, acto seguido se hizo una colecta para los útiles de Secretaría y cuyo monto fue de $95, siendo entregado al Segundo Nahuelhual, que desde ese momento desapareció de las reuniones y, por otra parte, nuestro tesorero está gravemente enfermo, por lo que fue necesario internarlo con sus facultades resentidas, en la casa de calle Olivos, pero, gracias a la rápida intervención de un facultativo pudo restablecerse después de unos meses de reposo. Este hecho postergó eventualmente nuestro movimiento en varios meses.
El 4 de junio del 1932, surgió un movimiento revolucionario que derrocó al Gobierno del Señor Juan Esteban Montero, y asumió el poder, don Marmaduque Grove Vallejos, proclamando por la Junta Revolucionaria de los Socialistas de Chile. El Gobierno Revolucionario duró 12 días en el poder, sin embargo, en este corto tiempo se hizo difundir por todos los diarios y radiodifusoras, una orientación clara y precisa a los obreros y empleados para organizarse rápidamente, formando sindicatos en sus respectivos trabajos, con el fin de defender y atender mejor sus problemas.
Los jóvenes araucanos, también captamos el llamado del Supremo Gobierno y de inmediato intercambiamos ideas para transformar nuestros problemas, entre los amigos de más confianza, entre los cuales estaban: Ramón Huenchún, Antonio Melillán, Antonio Huenchún, Ernesto Painequeo, Jerónimo Levio, Antonio Bulnes, Hueichaqueo Painemal y Ramón Bulnes. Después de una corta reunión, acordamos comunicar nuestros puntos de vista al compañero Martín Painemal, que junto con Juan de Dios Huenupil, Pedro Liencura, Francisco Painemal, Juan Segundo Liencura, estaban organizando un movimiento similar. Cabe destacar, que en esta ocasión prescindimos del compañero José Huiriqueo, que a la sazón se encontraba enfermo por causa del mismo movimiento, por consiguiente, acordamos comunicarle los resultados una vez que estuviera constituida la organización, y así se hizo.
Ante el llamado de unificarnos, el compañero Martín Segundo Painemal, se destacó como uno de los más decididos impulsores, incluso en su propaganda trató por todos los medios de invitar a los profesores residentes en la capital, pero no tuvo éxito en su cometido. Sin embargo, Don Francisco Painemal, que conocía al profesor Arturo Huenchullán M., y al estudiante Pablo Huichalaf, se comprometió a invitarlos para que cooperasen en la fundación de la sociedad, como se podrá ver más adelante.
Por esos días de febril ajetreo no alcanzamos a constituir nuestra Institución, pues el gobierno que daba la más amplia garantía de organización era derrocado por un cuartelazo, asumiendo el poder Don Carlos Gregorio Dávila y otros, los cual significó la supresión de la libertad de organización y de todas las clases de manifestaciones públicas. Se decretó el estado de sitio y luego la ley marcial, no se permitió andar más de dos personas juntas ni formar grupos de ninguna índole. A pesar de todos estos inconvenientes, nos hicimos la promesa formal de mantener nuestra aspiración. Dispuestos a cualquier sacrificio, hasta dar forma real a la fundación de una Institución Mapuche, se continuaron las conversaciones en diferentes puntos de la capital, en grupo de 4, 6 y 8 máximo, hasta conseguir una asistencia numerosa para echar las bases de una sociedad, en plena vigencia de una Ley Marcial.
Había llegado el momento culminante que todos esperábamos con impaciencia, es decir, el 10 de julio de 1932, a las 4 P.M eran citados a una Asamblea General todos los grupos dispersos, en calle Moneda 2466, en una modesta pieza facilitada por el compañero Juan Segundo Liencura. Se acordó nombrar para presidir el acto, un presidente accidental, el que recayó en Martín Segundo Painemal y secretario a Juan de Dios Huenupil, quienes procedieron a dar por abierta la reunión, a las 16:15 P.M., con asistencia de los siguientes compañeros: Jerónimo Levio, Antonio Melillán, Antonio Bulnes, Ramón Huenchún, Francisco Painemal, Ramón Bulnes, Antonio Huenchún, Pablo Huichalaf, Antonio Chaucuno, Juan Segundo Liencura, Pascual Tremún, Pedro Liencura, Arturo Huenchullán, M. Huichaqueo Painemal, Felipe Collio, Miguel Painemal, Juan Bta. Levio, Juan Manqueo, Ernesto Painequeo, Norberto Pichilaf y otros.
Después de un corto debate, se procedió a la elección de la primera Directiva que se daría la Sociedad en formación, quedando constituida por las siguientes personas: Presidente, Arturo Huenchullán; Vice, Pablo Huichalaf; Secretario, Francisco Painemal; Prosecretario, Ernesto Painequeo; Tesorero, Martín Segundo Painemal; Protesorero, Norberto Pichilaf; directores, Juan de Dios Huenupil, Antonio Melillán, Ramón Huenchún, Jerónimo Levío y Pascual Tremún.
A continuación, la nueva Directiva y la Asamblea General acordó fijar la cuota de incorporación en $5 y la cuota mensual en $1, luego se autorizó al Directorio para confeccionar los Estatutos y Reglamentos de la Institución. Finalmente se abrió el debate para proponer el nombre que debía llevar la nueva entidad, algunos hicieron indicación entre ellos Francisco Painemal, que deseaba hacer resucitar la antigua Institución denominada ‘’Sociedad Araucana Pro Defensa de la Raza’’, fundada en 1927, esta indicación fue rechazada por mayoría, y a su vez apoyaron por unanimidad el nombre glorioso de Sociedad de Araucanos ‘’GALVARINO”.
Norberto Pichilaf
En; La Cultura, año 1, número 1, pp. 3 y 9
Santiago, 1 de diciembre de 1953