Las cualidades del araucano responden como elemento que reúne las condiciones para el progreso, tanto físico como moral y espiritual, al juzgarlo por el progreso económico y espiritual de nuestro país. Al observar a estos elementos nativos, en cuanto al trabajo en las diversas actividades de sus conciudadanos chilenos, se puede afirmar fehacientemente que no niegan su origen, y laboran afanosamente por cumplir sus obligaciones que le imponen como deber el trabajo o función que desempeñan. Mirado como obrero, no sólo merece ser considerado digno y asiduo compañero de trabajo para todo hombre de bien, sino igualmente merece encomio la juventud araucana, en cuanto al deseo, entusiasmo y carácter de estudiante en los diversos establecimientos educacionales del país dirigidos por educadores que conocen su idiosincrasia y perseverancia continuada por asimilar la ciencia.
Esto no es todo lo que se puede decir del araucano, especialmente los que no encontrando suficiente terreno en que dedicarse a la agricultura por el aumento de miembros en muchas reducciones indígenas del sur del país, acuden a las diversas poblaciones del centro del territorio, especialmente a la capital, donde entran a laborar de panificadores o al servicio doméstico. Naturalmente, en muchas panaderías y en hogares de gente bien nacida, encuentran patrones justos que les pagan legítimamente el salario que merecen, encontrándose también dentro del gremio a dueños de panaderías poco escrupulosos que le niegan el justo derecho que merecen, a más del pago, de ser considerados con dignidad y consideración.
Hay casos aislados en que el araucano, caracterizado de campesino y de escasa instrucción, es objeto de salario irrisorio, de negársele la libreta de Seguro Obligatorio, de pago de los días del feriado anual, y aún más, suelen ser víctimas de vilipendio, diatriba y de otros tratamientos zafios que la cultura de un país debe repudiar.
El directorio de la Sociedad Galvarino, con asiento en Santiago, hace un llamado a la gente de corazón bien puesto, ser benevolentes con los descendientes de los héroes araucanos que en otro tiempo demostraron cualidades guerreras brillantes en nuestro país; que se diga, en los actuales tiempos de civilización y cultura, de los propios labios de los empleados araucanos, no solo obtuve pequeño capital de mis patrones, sino que también pude captar instrucción y cultura que me imprimieron ellos, y el medio ambiente de la democracia chilena.
Especialmente se diga de la Administración Pública, que la educación es la atención preferente del Estado. La Sociedad Galvarino necesita, cuanto antes, una escuela nocturna para sus miembros que son araucanos, y desde la Sociedad se nombre a un profesor titular que sea también araucano, y especialmente que hable el idioma aborigen. Espera y confía obtener del actual Gobierno la escuela nocturna para adultos aquí en Santiago, con el fin de satisfacer la necesidad de saber para los tres mil araucanos que hay diseminados en la capital.
Felipe Inalaf
En: El Frente Araucano Año 1, Número 2, p.1
Santiago, septiembre de 1939