En una nación hay enemigos internos y externos. Los enemigos internos son peligrosísimos, puesto que ‘’no hay peor enemigo que los de la propia casa’’.

Las revueltas internas son temidas en una nación.

Estos enemigos se dividen en dos categorías: los directos y los indirectos. Los primeros son fácil de descubrirlos. Los segundos cuestan mucho trabajo. Para los primeros hay leyes y reglamentaciones que se aplican con rapidez, para los segundos pocas veces tienen sanciones.

Estalla una revolución, pronto se sabe quiénes son los cabecillas y se les busca con avidez, pero a esos enemigos indirectos poco se les busca, aunque hagan más estragos que una revolución armada.

Uno de ellos es el alcohol que sigilosamente ha ido penetrando en las distintas esferas sociales, llevando un séquito de males e introduciendo por doquier sus terribles infecciones; de aquí que no es reconocido como un enemigo, y en todas partes se le abre la puerta, tanto en los palacios del rico como la casa del obrero, en los campos los indígenas; este último lo recibe como si fuera su benefactor, que los sume en la miseria.

Cuántos males no produce, cuántas desgracias no acarrea, cuántos dramas sociales no se desarrollan a causa de este terrible enemigo: ALCOHOL.

El más grande enemigo nacional en la hora presente es el tráfico sin taza ni medida del alcohol, originador de las calamidades.

El alcohol es el terrible enemigo del hogar; es aquí donde se deleita en hacer sufrir a sus víctimas, siendo los más afectados el indígena y obrero, por carecer de recursos.

Si el alcohol ataca el hogar, forzosamente es un gran enemigo nacional. Es un imperioso deber de los legisladores, que dicten leyes en contra de este enemigo, siquiera para detener su avance, antes que produzca más grandes males.

Hay que iniciar una gran cruzada nacional en contra del tráfico del alcoholismo, si queremos que desaparezcan las enfermedades de trascendencia social que está invadiendo campos y ciudades si pretendemos una nación libre y soberana desde el punto de vista civil, económico y moral.

Entonces nosotros los indígenas formantes del ‘’El periódico Araucano’’, nos declaramos en favor de un programa intensivo, para crear una conciencia nacional, que nunca sean corrompidas por el inicuo tráfico licorero.

Hacemos honor a lo establecido, pedimos y hacemos un llamado a todos los araucanos y a las sociedades araucanas, que inicien una campaña y procuren libertar a su asociado para engrandecer nuestra patria.

En: El Periódico Araucano, p.4

Nueva Imperial, 20 de diciembre de 1936