Nuestro compatriota D. Elías Ancapi estuvo hace unos días en la Capital en demanda de Justicia ante S.E. el Presidente de la República y antes de partir a su terruño, pasó a nuestra redacción a despedirse de nosotros y a manifestarnos su impresión sobre su gestión. Es oriundo de La Unión. Nuestro visitante nos dice que viene luchando de generación y en generación en defensa de su suelo. Al respecto nos sigue diciendo: sabemos que ya hace 130 años que nuestros padres de la Patria como O’Higgins, los hermanos Carrera, lucharon por el bienestar común e independencia de nuestra tierra. Como asimismo lo defendieron de su libertad los inmortales toqui Caupolicán, Lautaro y Galvarino, que dieron los primeros ejemplos de la “democracia” chilena, pisoteada aquel entonces por plantas blancas e invasoras. Hoy han cambiado los sistemas de invasión y de atropellos; hoy ya no se defiende ni se pelea a garrotazos, hoy se pelea con el cerebro bien puesto y cultivado y equipados de los medios de la ley más fuerte.

El 28 de octubre de 1938, con motivo del triunfo del régimen reinante, el pueblo araucano y trabajadores del país, pensó que Chile habría llegado la hora de justicia social para los indefensos y con esa esperanza estuvimos viviendo bajo la presidencia del malogrado don Pedro Aguirre Cerda (Q.E.P.D), y pasaron los días de espera y casi nada se hizo a favor los nuestros: sufrimos decepción. Ahora lo tenemos a S.E. don Juan A. Ríos, nuevamente estamos y tenemos depositadas nuestras confianzas en que hará respetar nuestros derechos y resolverá los problemas.

La raza araucana, nos sigue diciendo nuestro compatriota, los mapuches, no pueden seguir por más tiempo siendo carne de cañón de los audaces y algunas autoridades que han comprometido la solvencia gubernamental. Actualmente nuestras leyes que nos amparaban desgraciadamente se han convertido como especie de “espantapájaros” ya que no surten efectos positivos. Mientras tanto seguimos celebrando convenciones y reuniones araucanas donde hemos tomado bien documentados acuerdos y enseguida los hemos elevado ante los señores Ministros, especificando las aspiraciones de los araucanos que son bien recibidos, pero…de ahí ya no sale nada… ¿Qué hacer entonces?

Las únicas organizaciones que han hecho y pedido justicia para los araucanos, “El Frente Araucano de Chile” con asiento en la ciudad de Temuco; y la otra es la Sociedad de Araucanos “Galvarino” de esta capital que sigue pechando por el reconocimiento de los derechos nativos y por eso estamos con estas organizaciones y apoyaremos en todo momento.

Como muestra un botón: uno de los hermanos Otelio Ancapi y familia, dueño de un fundo de título de cien años. Este fundo se ha venido heredando como legítimo descendiente de los mapuches de generación en generación. Este fundo está en juicio desde hace ¡setenta años!, pues un alemán ha querido usurparlo a viva fuerza, no lo ha logrado, y ahora tiene entablado un juicio de 70 años empleando medio leguleyos, ¿no hay quién ponga atajo a esta situación? ¡Hasta aquí nada! Solo se espera la muerte de los herederos. Con este motivo los latifundistas se han convertido en gansters de la usurpación…No sabemos hacia dónde iremos a parar.

Verdaderamente nos causa pena al ver que nuestros compatriotas peregrinan hacia la capital con la esperanza de encontrar amparo y justicia, desgraciadamente, solo vienen a recibir promesas, y así vuelven a su terruño, llenos de promesas y en hecho, nada.

La justicia para nosotros solo existe en los cantos líricos de los poetas laureados. Aquí tenemos por ejemplo en la canción nacional que dice en una de sus estrofas: Con su sangre el altivo araucano nos legó por herencia el valor. Si estos cantos existen en el corazón de todos los buenos patriotas, también deben de existir justicia en los hechos.

Pero a pesar de todo, aún tenemos una juventud estudiosa y con aires marciales se esfuerzan por levantar a su raza que está involucrada en las instituciones máximas Frente Único Araucano de Chile y la Sociedad de Araucanos Galvarino.

Norberto Pichilaf
En: Heraldo Araucano, número 3, año III, p.2
Santiago, Febrero de 1943