Hasta hace poco, era posible advertir ataques desembocados a los araucanos de parte de los particulares, que en sus ansias de lucro, no trepidaban en arrendar las columnas de cierta prensa del país para hacer caer sobre los araucanos todo el peso de una red de infamias y mentiras.

Todo aquello podría parecer hasta cierto punto natural, porque estaban en juego intereses particulares de los que se han ido adueñando violentamente de las tierras aborígenes y querían aumentar el fruto de sus robos y pillajes con nuevas calumnias lanzadas con los últimos exponentes de nuestra viril raza.

Pero…mientras el asunto no pasaba de ser una maniobra hábil y envenenada de los ladrones interesados en despojarnos de nuestras tierras, todo no salía de cierto círculo y era posible, al resorte de las leyes defenderse más o menos eficazmente —desde el momento que los araucanos siempre tenían la razón— y aunque se nos iba arrinconando a los últimos reductos, siempre quedaba el ejercicio legal de las reclamaciones y el derecho de amparo ejercitado ante el ex Presidente (Q.E.P.D) don Pedro Aguirre Cerda, que siempre defendió nuestra raza.

Ahora, ya no es solo el particular el que nos ataca. En un diario de Santiago, un funcionario público —y esto es grave—, un señor Morales Zuaznábar, se lanza contra los aborígenes australes, sosteniendo que los araucanos han puesto toda clase de tropiezos para que las comisiones fiscales realicen sus cometidos en las regiones donde abundan los pacíficos araucanos.

En otra ocasión, informó a la prensa, que los araucanos estarían formando organizaciones para perturbar el orden público.

¡Nunca, hasta hoy había leído algo semejante! Y nos resistimos a creer que haya ido a esas regiones el autor de tales líneas. Porque es materialmente imposible esa rebelión araucana. No existe. Y no ha existido nunca. El araucano es dócil y obediente ¿Cómo podría sublevarse ante las autoridades?

Convengamos que esto debe terminar. Y que es inaceptable que funcionarios públicos de la categoría del señor aludido se hagan eco de informaciones de sus subalternos, antojadizas, falsas e hirientes.

Los araucanos jamás han asaltado a los funcionarios públicos y menos podrían impedir sin armas, los trabajos que ordene el gobierno ahí.

Y desde luego: no hay en la Araucanía intenciones malévolas, ni mucho menos puede haber sones de rebeldía en la “Trutruca”. Sólo ha habido y lo hay, el sincero deseo de progresar y de participar en las actividades nacionales como legítimos ciudadanos de este país.

Carlos Huayquiñir Rain

En: Heraldo Araucano, número 3, año III, p.3
Santiago, diciembre de 1942