En un vespertino de la localidad se afirmaba en grandes titulares, en días pasados y con motivo de la última elección senatorial realizada por la agrupación electoral de Cautín, que el indigenado estaba socavado por la propaganda comunista, cuyas consignas imperaban en la tierra de Arauco y decidían la conducta de las diferentes agrupaciones de indígenas.
No hace muchos años, durante el régimen anterior, diarios de la capital, no tuvieron el menor empacho en afirmar que las organizaciones indígenas estaban entregadas por entero al servicio de la fuerza de orden o sus voceros.
Como puede verse se trata de dos puntos de vista diametralmente opuestos. Unos nos atacaban porque nos creían blancos, otros porque nos creían rojos. ¿Tenían razón? De ninguna manera. Los indígenas, ciudadanos chilenos como los que más no entendemos de esa renunciación total en manos de los agentes de cualesquiera bandos en lucha. Cuando adoptamos una resolución A o B, es porque después de un maduro examen, la creemos conveniente para nuestra tierra y para nuestros intereses ¿O es que alguien pretende que no tenemos cabeza que sea capaz de resolver nuestros propios asuntos? ¿O creen que somos tan menguados de cerebros e inteligencia, que necesitamos que alguien venga a resolver lo que sólo a nosotros toca? No señores, es bueno que lo sepan de una vez por todas. Sabemos pensar, sabemos a dónde vamos, lo que queremos y necesitamos, como lo que nos conviene y qué nos perjudica.
La experiencia nos ha enseñado que, por hacer caso de advertencias ajenas a nosotros mismos, hemos tenido que lamentar tristes consecuencias. Que nos juzguen como quieran. No importa. No se puede dar gusto a todo el mundo. Ya lo sabemos demás. Aquí es del caso recordar aquello que le ocurrió a un muchacho que iba en compañía de su padre atravesando un río: remaba el muchacho con todas sus fuerzas, cuando el padre le dio un golpe con el mismo remo. Esto le dijo: “por ir remando”. Se quedó sin hacer nada entonces el chiquillo. Al poco rato un palo le acarició las costillas y la voz de su padre lo arrancaron de su tranquilidad: “flojonazo”, le decía. Total: Palo porque sí, palos porque no. Lo mismo nos ocurre a nosotros. Lo mejor entonces es guiarnos por lo que nos parezca a nosotros, que de todas maneras palos hemos de recibir.
Anónimo
En: El Frente Araucano, Año 1, Número 4, p.4
Santiago, abril de 1940