Nadie habrá en Chile, seguramente que no haya aplaudido la iniciativa de su excelencia, el Presidente de la República, en orden a promover y encabezar una campaña en pro de la defensa de la chilenidad y de la raza. Es este gesto del Primer Mandatario un verdadero gesto de estadista y gobernante. Así lo han comprendido la ciudadanía en general y las personalidades llamadas a colaborar en esa misión particularmente.
Es grato verificar por otra parte, el orden con que ha sido planteada esta campaña es de vital interés y por lo mismo se sienten profundamente interesados en ella.
Como ya lo han proclamado diversas personalidades, Arauco, también estima que la base de toda campaña pro de la Chilenidad debe RADICARSE EN LA ESCUELA, y principalmente en la escuela primaria. Aquí es en efecto, donde más que en ninguna parte se ha de exaltar el valor de la raza, sus tradiciones, virtudes, símbolos y glorias. Aquí es donde debe forjarse el alma ciudadana porque la escuela debe ser para el ciudadano lo que la madre para el hombre: la fuente alimentadora de la vida.
Los Araucanos comparten este punto de vista, y lo apoyarán sin reservas. Solo que también estiman, y esto no como un favor, sino en mérito a la verdad y en honor a la realidad, que, respecto de Arauco, respecto del indio, la Historia y su manera de enseñarla deben reformarse de plano.
Es cosa corriente y moliente en que los encargados de enseñar la Historia presente al Araucano como el desechado de cuanto vicio y perversión pueda imaginarse, que le nieguen, no solamente la civilización, sino también los sentimiento de hombre. Y esa falsa idea del aborigen se perpetúa y queda estereotipada en la mente de los niños con frases semejantes a ésta: “flojo como un indio”, “feo, como un indio” y “grosero como un indio”, etc.
Hora es ya de terminar con esa manera de enseñar que se nos antoja esencialmente antipedagógica. Ni la indolencia propia del Araucano era flojera, ni su falta de civilización europea. El indio vivía en su ambiente propio y en su medio era digno y era honesto. No queremos decir que se presente a nuestros antepasados como un prototipo de virtudes cristianas, pero tampoco nos es dable tolerar el que se nos muestre como ejemplares de perversión.
La campaña de Chilenidad debe, pues, comenzar por ahí. Ligar al aborigen con la Historia Patria, unir al Araucano con el descendiente del conquistador y forjar un sólo molde de civismo en que solo exista el chileno; sin distinción de clases ni de castas.
Arauco aplaude la campaña de la chilenidad, está dispuesto a apoyarla con todas sus fuerzas, pero espera que también las autoridades sabrán comprender mejor sus puntos de vista y remediar el abuso que dejamos señalado.
Carlos Huayquiñir Rain
En: Heraldo Araucano, número 2, p.
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Santiago, julio-agosto de 1941