Se comprenderá la razón del presente artículo al considerar la verdadera fiebre que se ha apoderado de las autoridades edilicias del sur del país en el sentido de levantar monumentos y monumentos a los próceres de la raza araucana y otros hombres ilustres.

Ciertamente que es justo honrar la memoria de los que nos precedieron y con sus hechos, su brazo o cerebro nos legaron un pasado lleno de gloriosas tradiciones, pero la verdad es que hay maneras más provechosas y útiles de honrar a nuestros héroes. Los monumentos cuestan dinero, estudios y sirven para ornato de alzas y ciudades y también por qué no decirlo para alimentar el amor propio de los autores de ellos y de su erección. ¿No será mucho mejor que se honrara a nuestros antepasados mediante la erección de escuelas que llevaran sus nombres y que fueran como santuarios donde a los niños se les inculcara el ejemplo de su vida y sus hazañas?¿No sería mejor que en lugar de que autoridades edilicias se preocuparan de levantar monumento de mármoles o bronce, levantaran mejor monumentos imperecederos de cultura e instrucción que podrían poner a los futuros ciudadanos en condiciones de imitar a los héroes cuya memoria se trata de exaltar?

Conteste quien pueda, porque la verdad es que no sólo de pan vive el hombre y mucho menos de monumentos. Porque es verdad que el futuro de un pueblo no se abra con monumentos humildes o suntuosos sino que con la erección de templos de cultura e ilustración

En: Heraldo Araucano, número 1, p.2

Heraldo Araucano,
Santiago, septiembre de 1940