En el fondo de la selva

que tapizan tiernas hojas de amatista,

donde junta su murmullo el blanco arroyo

con el ruido atronador de las jaurías,

hay la homérica leyenda

de una antigua bizarría que dormita.

Es Arauco que allí vive

como ensueño,

junto al fúlgido color de sus copihues

y arrullado con la sombra del canelo.

Ya las mazas atrevidas, los aceros,

han pasado a descansar en otros bosques,

en los bosques de leyendas y de sueños.

Es Arauco que allí espera,

junto al áspero rugir de sus montañas.

¿qué desea?

¿y por qué tiene en sus ojos anidada la tristeza?

¿y qué anhelan esas manos que se extienden

como ganchos ya marchitos de la selva?

Falta luz en la montaña

que ilumine los caminos de la tierra.

No hay la luz vivificante que en la altura

riza el sol tan bendecido de la Ciencia.

Eso espera aquella Raza que desciende de potentes

y bregando va en la noche y las tinieblas,

luz que alumbre en la espesura de los bosques

con el fúlgido esplendor de las estrellas;

luz bendita que perfile

todo el épico valor de sus leyendas.

Pero luego habrá un Oriente

y vendrán nuevas estrellas;

y los cóndores soberbios de los Andes

más arriba irán llevando sus fierezas.

Habrá luz en la montaña,

y la vida fulgirá como centella.

Nuestro Arauco nacerá con nuevos bríos.

Nueva fuerza,

nuevo aliento

moverá la roja sangre de sus venas.

Y allá arriba brillará junto a las rocas

la candela más preciosa de la Ciencia;

y en el fondo de los valles

habrá vida, más vigor y más leyenda

Guillermo Igayman

En: Pelomtúe, Número 4, p.4

Órgano de la Juventud Araucana

Mayo de 1940