Este artículo no es para achacar a los que por desgracia han caído en el vicio de beber constantemente productos alcohólicos, sino más bien para corregir y hacer reflexionar a las víctimas: predecir, inculcar e informar a aquellos que están en la formación principalmente de innumerables jóvenes estudiantes araucanos. Que, en la vida, llenos de tropiezos por donde tienen que caminar, no mezclen sus sentimientos progresivos con tan terrible mal, que a continuación deseo narrar en forma sucinta sus efectos desastrosos.
Se entiende por alcoholismo un estado patológico del cuerpo y del espíritu causado por el uso excesivo y prolongado de bebidas que crean reacciones de carácter espirituoso, que ejerce en la salud y la costumbre publica efectos malévolos. De ahí que las naciones lo han considerado como uno de los azotes más terribles, y lo combaten buscando todos los medios necesarios para instaurar siquiera en parte la generación que en un tiempo fue fuerte y viril.
Como se desprende las acciones que ejercen el alcoholismo se dividen en: físicos y morales, económicos y sociales.
Sus efectos físicos. Es un hecho muy averiguado que el abuso de los licores determina la perturbación más grande en el sistema nervioso, así como en las funciones de la circulación y de la digestión. Trae consigo una degeneración progresiva de los órganos esenciales de la vida: cerebro, corazón, hígado, estómago, pulmones, y lleva a ser el origen de una infinidad de enfermedades, al mismo tiempo que disminuye la resistencia del organismo.
La acción del alcohol, dicen los médicos: “después de una repetición constante reblandece el cerebro al individuo. El desorden se hace conocer por dolores de cabeza y vértigo (descontrol cerebral), poco después por alucinaciones, por una debilidad gradual de las facultades intelectuales y morales, por la pereza del espíritu, perdida de la memoria, dificultad en la palabra, temblor incesante de los miembros, accesos pasajeros de delirios que alternan frecuentemente con accesos de epilepsia y, finalmente, la locura, la imbecilidad, la parálisis”.
Según observaciones hechas en Francia que, de los 80.000 alienados secuestrados, cerca de 20.000 deben su locura directa o indirectamente al alcoholismo. Ahora, yendo más cerca, aquí mismo en Chile en el Manicomio Nacional la gran mayoría de los enfermos que allí se cobijan son de enfermedades de carácter alcohólico. Es decir, su origen primitivo es por el alcohol.
Sus efectos morales. Además de los desórdenes de carácter físico, el abuso de las bebidas alcohólicas trae también, en mayor o menor grado, la decadencia moral del bebedor. Si esta decadencia no va siempre hasta el crimen, al menos, disminuye al hombre en su inteligencia, en su moralidad, en su carácter. El espíritu se embota y se hace incapaz de atención y de esfuerzos. Los resortes de la voluntad se revelan, la imaginación se exalta y el individuo entregado sin defensa a todos los mandatos del vicio robustecido. Por eso dicen los médicos: “el crecimiento alarmante en las estadísticas de la locura, del crimen y del suicidio, corresponden exactamente con los progresos del alcoholismo”. En una de las prisiones de Paris se averiguó que, de los 2.950 presos, las tres cuartas partes, exactamente 2.124, estaban por haber incurrido a graves faltas, procesados o guiados por el vicio alcohólico.
Sus efectos sociales. El alcoholismo no se limita solamente a los que se entregan a él, sino que se difunde por la generación en la raza por herencia, aunque no es forma acentuada, pero con un carácter de inclinación hacia los males que corresponden al vicio alcohólico. Numerando: crueldad precoz, pereza, inmoralidad, vagancia, idiotez. Todos estos sobreviven en los hijos alcohólicos y generalmente mueren a corta edad sobre todo de tuberculosis.
Dice el Dr. Legrain: “Un pueblo que se alcoholiza, y que, por consiguiente, crea una prole de degeneración, de idiotez, de epilépticos y locos es un pueblo que se enerva. Un pueblo alcoholizado es, en resumidas cuentas, un pueblo llamado a desaparecer”. Y M. Bethelot dice: “la historia de las razas humanas nos enseña que el abuso del alcohol los arrastra necesariamente a su pérdida. Es así como vemos hoy un elemento de decadencia físico y moral para la mayor parte de las naciones europeas, muy particularmente a Francia, la que se encuentra abrumada por el peso de los males que ocasiona el vicio alcohólico”.
Sus efectos económicos. Como consecuencia de lo anterior deriva las fallas económicas producidas por el abuso del alcohol: la disminución creciente de su capacidad productora, el despilfarro del capital que ganan, introduciéndolo en las tabernas alcohólicas, la inhabilidad para el trabajo y por ende la incapacidad de ganar para el sostén de la familia. De modo que en una familia donde el padre o madre, o ambos gustan beber constantemente, su hogar será triste y pobrísimo: sin alimentación necesaria, sin vestuario y sin ninguna comodidad, que puedan favorecer sus hijos durante el periodo de crecimiento.
Tan grave, es pues, este mal, necesariamente y en forma urgente, necesitaría remedios enérgicos para curarlo. Pero desgraciadamente los hay superficiales: legales, tales como la reprensión de la embriaguez, la limitación del número de tabernas, la prohibición de locales alcohólicos, etc. Pero todos los medios son muy superficiales, no se hacen casos. De una u otra manera, se las arreglan los bebedores para repartir sus entretenimientos favoritos.
Los remedios verdaderos y eficazmente, preventivos serían: la educación de los niños para que adquirieran hábitos de templanza, de moderación y de dominio de sí mismos; la instauración en forma acentuada y particular en la psicología, de la moral, de la higiene y de la economía, que, conociendo las funestas consecuencias del alcohol, inspiren un horror hacia el vicio de tal naturaleza.
Domingo Curaqueo
En: El Frente Araucano Año 1, Número 5 y 6, pp. 4-5
Santiago, mayo y junio de 1940