La Colonización es de los problemas que está dispuesto a afrontar ampliamente nuestro Gobierno, uno de los de mayor interés y urgencia. Por este medio se conseguirá la solución de muchos problemas relacionados con la producción del campo, el abastecimiento del país y por consiguiente el abaratamiento de los precios. Aparte de esto llegaremos como consecuencia a la supresión del latifundismo criollo que tanto mal a significado para nuestra raza araucana que les han ido usurpando sus tierras.
En oportunidades anteriores en que los regímenes pasados trataron de abordar parcialmente este problema, se buscó para realizarlo la manera de traer colonos extranjeros invocándose como razón para ello de la mayor preparación que para las labores del campo tienen éstos sobre los campesinos nacionales. Esto, que en parte es real, no puede tomarse en serio para un primer término a los componentes de la raza araucana que, como nativos tienen un verdadero amor a la tierra y que son una materia prima de primer orden para formar colonos; para esto sería indispensable el propender a su buena educación agrícola, cuyos medios no es del caso tratar en este artículo.
Podemos si decir que, al aprovechar a nuestra raza araucana para colonizar, se aborda de una vez la solución de dos problemas: El de colonizar con elemento nacional, por una parte, y de arreglar la situación de nuestra raza afectada por la ley de Radicación Indígena, que no satisfizo los fines que se desearon en su oportunidad. Hay otras razones que se pueden abonar en favor de esta idea, tales como: El derecho que tienen nuestros hermanos a que se les dé la oportunidad de rehabilitarse de los cargos tan infundados de ser flojos, desorganizados y de poco amor por el trabajo; la posibilidad de usarlos en regiones que, por su atraso material presentan dificultades a cualquier otro elemento menos fuerte y adaptado a la naturaleza. Claro que esta segunda razón no significa que se le haya de poner en las regiones más abandonadas, sin recurso de ninguna especie para ayudarlo a surgir en su empresa; pues, en esa forma no se podría hacerle cargos por no realizar el objeto que se perseguiría.
Habría también que buscar la manera de evitar que el araucano pudiera desperdiciar la ocasión que se le brindaría de organizarse en provecho de la economía del país. Con este objeto sería indispensable poner por ejemplo la condición de que la tierra colonizada fuera intransferible y tampoco arrendada, obligando así a ser trabajada por el colono mismo, para que no hubiera la posibilidad de que por algún medio artero se le despojara de ella como ha sucedido con muchas de las comunidades formadas a base de la ley de Radicación Indígena, y que ha dado origen en gran parte al latifundio criollo.
Con las tierras fiscales parceladas para este objeto, y proporcionándoles los elementos de trabajo, de transporte barato y la adquisición a precios de justicia de sus productos, se haría una obra verdaderamente magnífica que traería ventajas a la economía del país y la tranquilidad y desenvolvimiento cultural y espiritual de nuestra raza araucana, que en las condiciones actuales sufre injustamente de la falta de suelos para conseguir su sustento. El Congreso Nacional Indígena que se celebró en Temuco en el mes de abril, se preocupó de este problema y lo presentó al Supremo Gobierno como una de sus conclusiones. No podemos menos de considerar de toda justicia que el Gobierno resuelva favorablemente este punto y lo ponga en práctica para bien de nuestra noble raza del país.
Alberto Melillan
En: El Frente Araucano Año 1, Número 1, p.3
Órgano de publicidad de la Sociedad Araucana
Santiago, julio de 1939