Desde el momento en que me he dado cuenta de que tengo vida y que esa vida debe emplearse en algo útil, he actuado y actúo, a medida de mis fuerzas, a favor de mi raza, que amo mucho, y deseo verla resurgir con majestad y vuelo, como el Cóndor herido y repuesto de sus fallas.
En mis andanzas, he oído miles y miles de discursos, muy bien pronunciados, de muchos mapuches patriotas de verdad, en los cuales han planteado proyectos gigantes.
Pero esperaba escuchar el mejor discurso por su fondo, por su concisión, por su precisión, por su sencillez, por su trascendencia social, forma práctica y unión patriótica, y que fuera el modelo de todos los discursos, que se pronunciasen.
Esperaba escuchar el discurso NUMERO UNO, corto y grueso como el [horcón] de nuestras rucas.
Y he tenido la feliz suerte de escucharlo el 3 de junio de 1943, en Truf-Truf, cuna de heroicos caciques (“Donde ha habido siempre queda”, dice el refrán). Lo he oído de uno de los hijos de esta rica tierra araucana. Y mientras oía ese discurso, en su majestuosa sencillez, me parecía escuchar el anciano Colo-Colo del antiguo Arauco. Ese gran toqui que ya viendo que sus fuerzas fallaban, pedía a los suyos eligieran otro, a fin de que su sucesor, SIGUIERA, CONTINÚARA su labor.
El que pronuncio el discurso macizo, original, modelo, es también de entrada edad y presentía que se aproximaba su fin y deseaba un remplazante, con el laudable fin de continuar su modesta labor, a favor de su Raza, que siempre ejecutó y ejecutará, mientras haya aliento en su pecho.
El discurso en referencia principia y termina así:
“Hermanos en la lucha y el dolor. Bien lo saben ustedes que he actuado siempre como regular soldado de la causa araucana, para su progreso y bienestar.
He presenciado grandes movimientos que los he apoyado con todas mis fuerzas, y por desgracia muchas de mis buenas intenciones no ha sido posible realizarlas, porque han chocado con la muralla china de la indiferencia e incomprensión de nuestra propia gente.
No los culpo tampoco porque las circunstancias los han formado así, y también la ignorancia.
Culparía a mi Raza si la Araucanía estuviera sembrada de Escuelas que son los focos luminosos, que alumbran a los pueblos y razas el camino que deben seguir.
Si vemos que otros pueblos progresan, es porque tienen muchas escuelas, donde van a forjar su voluntad, su carácter en la NIÑEZ y en la JUVENTUD; donde van a beber la sabia vivificadora del IDEALISMO y DINAMISMO; donde se planean PROGRAMAS DE VIDA; donde se forja el PATROTISMO bien entendido. Cautivada la juventud en el TEMPLO DEL SABER QUE ES LA ESCUELA toma su arma voluntariamente, para ser soldado de la buena causa, con el lema EXCELSIOR, es decir más arriba, más arriba.
He sido testigo de proyectos fracasados, movimientos disueltos, entusiasmo y valor que se apagan y esto me hace pensar hoy más que nunca que necesitamos FUEGO y MOTOR que nos conduzca al progreso y ese motor y ese fuego serán las Escuelas buenas en cada rincón de Arauco.
Como la caridad empieza por casa, ofrezco a ustedes un modesto retazo de suelo de mi patrimonio, de TRES CUARTAS DE HECTAREAS DE SUPERFICIE, a fin de que en él se EDIFIQUE UNA ESCURLA MODELO, que tanto necesitamos para dar una buena educación a nuestros hijos y así destruir la incomprensión, egoísmo y envidia, e implantar en los corazones la comprensión, espíritu de cooperación, amor a nuestros semejantes, dinamismo y acción.
Yo moriré luego o un poco tarde y quiero que mi retazo de suelo se preste para la labor que dejaré de hacer, al partir de este mundo, a favor de mi Raza.
Como mapuche pobre, tengo poca tierra, pero me desprendo gustoso y con mucho orgullo, porque sé que esta tierra, que me daba algunos sacos de trigo, me dará cuando se realice el proyecto de la Escuela, ciento por uno en hombres de valor, útil a sí mismos y a sus semejantes.
Quiero copiar en algo a la gran patriota y poetiza chilena, doña Gabriela Mistral quien dijo: que, al morir, no se encierren sus restos, para ser depositados en algún rincón de la ciudad de los muertos, sino que esperen que su cuerpo se vuelva polvo, para que ahí se fabriquen ladrillos para ayudar a levantar la pared de una Escuela Rural, para sus compatriotas.
He dicho.”
Este discurso vale más que la plata y el oro, es un discurso monumental.
Espero que la juventud araucana, medite este hecho notable y sea modelo para nuestros soldados, nuestros paladines, nuestros obreros de la causa araucana y se inspiren y multipliquen sus esfuerzos para acelerar la marcha y pronto llegue nuestra Raza a la Tierra de promisión, donde existe mejor aire, que huele a jardín florido, donde hay bienestar y felicidad.
Juan Huehuentru
En: El Periódico Araucano, Época 4, Número 2, p.2
Publicación Mensual de la Unión Araucana
Padre Las Casas, agosto de 1943