Es un hecho, y todos lo palpamos, que nosotros, los hijos de Arauco, nos hallamos desorganizados gremialmente [al] ser fáciles víctimas de los audaces y del egoísmo imperante en las organizaciones obreras, a las cuales por razón de nuestras actividades profesionales debemos y necesariamente pertenecer.

A los muchos hechos conocidos podemos añadir una más, el caso de los obreros panificadores araucanos, a quienes en muchas ocasiones no sólo se ha saboteado dentro de los sindicatos, a quienes en muchas ocasiones no sólo se ha saboteado dentro de los sindicatos, sino que se les ha perseguido sin ninguna causal justificable y, más aún, se les ha impedido a pesar de su capacidad y laboriosidad, el ser jefes de cuadrillas, irrogándoles con este motivo graves perjuicios en sus intereses. Como éste, abusos cunden en contra los nuestros en las diversas actividades obreras, y llegan a extremos incalificables. Es inútil por otra parte esperar que esta situación se remedie si nos mantenemos aislados los miembros de una actividad obrera cualquiera, hijos de la misma raza. Las voces aisladas no las escucha nadie. Si queremos poner término a estos abusos debemos buscar la manera de salir [de] este triste estado de las cosas e imponer nuestros derechos y para ello debemos organizarnos.

Cada uno de los nuestros debe junto con la conciencia de raza, la conciencia profesional, y los obreros araucanos de una misma actividad, deben constituir sus propias asociaciones que les permitan tratar de igual a igual con las organizaciones de los huincas. Esta es la única manera de terminar con la irritante desigualdad y avisos mantenidos e introducidos por los obreros huincas, y a ellos deben tender los esfuerzos de nuestros camaradas, obreros descendientes de la gloriosa estirpe de los inmortales toquis.

Obrero Araucano
En: Heraldo Araucano, número 2, p. 3
Santiago, noviembre-diciembre de 1941